miércoles, 28 de diciembre de 2016

Guía diaria para acompañarnos en el camino



"Durante años fui un neurótico. Era un ser angustiado, deprimido y egoísta. Y todo el mundo insistía en decirme que cambiara. Y no dejaban de recordarme lo neurótico que yo era.


Y yo me ofendía, aunque estaba de acuerdo con ellos, y deseaba cambiar, pero no acababa de conseguirlo por mucho que lo intentara.


Lo peor era que mi mejor amigo tampoco dejaba de recordarme lo neurótico que yo estaba. Y también insistía  en la necesidad de que yo cambiara.


Y también con él estaba de acuerdo, y no podía sentirme ofendido con él. De manera que me sentía impotente y como atrapado.


Pero un día me dijo: «No cambies. Sigue siendo tal como eres. En realidad no importa que cambies o dejes de cambiar. Yo te quiero tal como eres y no puedo dejar de quererte».


Aquellas palabras sonaron en mis oídos como música: «No cambies. No cambies. No cambies... Te quiero...». Entonces me tranquilicé. Y me sentí vivo. Y, ¡Oh, maravilla!, cambié.


Ahora sé que en realidad no podía cambiar hasta encontrar a alguien que me quisiera, prescindiendo de que cambiara o dejara de cambiar.


¿Es así como Tú me quieres, Dios mío?»


Anthony De Mello







***












"Todavía hoy, en esta época actual de curiosidad inquieta y desintegración eclesiástica, de hecho hay muchos que usan la Oración de Jesús sin pertenecer a ninguna Iglesia, posiblemente sin tener una fe clara ni en el Señor Jesús ni en nada más. 


¿Debemos condenarlos? ¿Debemos prohibirles el uso de la Oración? Seguramente no, siempre que estén buscando sinceramente la Fuente de la Vida. Jesús no condenó a nadie excepto a los hipócritas. 


Pero, con toda humildad y muy conscientes de nuestra propia infidelidad, estamos obligados a considerar la situación de tales personas como anómala, y de advertirles de este hecho.»

Kallistos Ware-El poder del Nombre


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