lunes, 26 de febrero de 2018

Guía diaria para acompañarnos en el camino




"Un día en que soplaba un fortísimo viento, saltó un paracaidista del avión y fue arrastrado a más de cien millas de su objetivo, con la mala suerte de que su paracaídas quedó enredado en un árbol, del que estuvo colgando y pidiendo socorro durante horas, sin saber siquiera dónde estaba.


Al fin pasó alguien por allí y le preguntó: “¿Qué haces subido en ese árbol?”.


El paracaidista le contó lo ocurrido, y luego le preguntó: “¿Puedes decirme dónde estoy?”.


“En un árbol”, le respondió el otro.


“¡Oye, tú debes de ser clérigo...!”.


El otro quedó sorprendido. “Sí, lo soy. ¿Cómo lo has sabido?”.


“Porque lo que dices es verdad, pero no sirve para nada”.


Anthony De Mello






***












"La verdadera intercesión no es algo que yo pueda hacer por mí mismo, sino que, de alguna manera, supone que le «presto» a Jesucristo mi vida para que Él viva en mí su misión de Redentor e Intercesor. 


En este sentido es muy importante el texto de Heb 10,4-9, citando Sal 40,7-9: Es imposible que la sangre de los toros y de los machos cabríos quite los pecados. Por eso, al entrar Él en el mundo dice: «Tú no quisiste sacrificios ni ofrendas, pero me formaste un cuerpo; no aceptaste holocaustos ni víctimas expiatorias. 


Entonces yo dije: Aquí estoy pues así está escrito en el comienzo del libro acerca de mí para hacer, ¡oh Dios!, tu voluntad». 


Primero dice: «Tú no quisiste sacrificios ni ofrendas, ni holocaustos, ni víctimas expiatorias», que se ofrecen según la ley. Después añade: «Aquí estoy para hacer tu voluntad».


Cuando el Verbo toma nuestra carne se convierte en el vehículo de la salvación, en el intercesor por antonomasia.»


Fundamentos-Contemplativos en el mundo


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