domingo, 1 de abril de 2018

Guía diaria para acompañarnos en el camino




"Iban de viaje dos monjes, uno de los cuales practicaba la espiritualidad del ahorro, mientras que el otro creía en la renuncia. Se habían pasado el día discutiendo acerca de sus respectivas espiritualidades, hasta que, al atardecer, llegaron a la orilla de un río.


El que creía en la renuncia no llevaba dinero consigo, y le dijo al otro: “No podemos pagar al barquero para que nos pase al otro lado, pero tampoco hay que preocuparse por el cuerpo. Será mejor que pasemos aquí la noche alabando a Dios, y seguro que mañana encontraremos a un alma buena que nos pague la travesía”.


Y dijo el otro: “A este lado del río no hay pueblo, caserío, cabaña ni refugio alguno. Nos devorarán las bestias salvajes, o nos picarán las serpientes, o nos moriremos de frío. Sin embargo, al otro lado del río podremos pasar la noche confortablemente y a salvo. Yo tengo dinero para pagar al barquero”.


Y una vez a salvo en la otra orilla, le regañó a su compañero: “¿Has visto para lo que vale el ahorrar dinero? Gracias a ello he podido salvar tu vida y la mía. ¿Qué nos habría ocurrido si yo hubiera sido un hombre de renuncia como tú?”.


Y el otro le replicó: “Ha sido tu renuncia la que nos ha permitido cruzar el río, porque te has desprendido de parte de tu dinero para pagar al barquero, ¿no es así? 


Además, como yo no llevaba dinero en mi bolsillo, tu bolsillo se ha hecho mío. La verdad es que he observado que yo no sufro jamás, porque siempre tengo lo que necesito”.


Anthony De Mello





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2) Participación en el sacerdocio de Cristo


Cuando comprendemos esta rica realidad, caemos en la cuenta de que la liturgia de las Horas es una forma particularmente eficaz de participar del sacerdocio de Cristo.


El sacerdocio es mediación; y Jesucristo es el mediador entre Dios y los hombres, porque trae al mundo la salvación de Dios y eleva hacia Dios la alabanza y las súplicas del mundo. 


Él, por su muerte redentora y desde su ascensión, ejerce su sacerdocio eterno mediante su ofrenda y su intercesión en el altar del cielo.


Ahora, en el mundo, el sacerdocio de Cristo se hace presente y se ejerce por medio de la Iglesia. Todos somos sacerdotes porque todos podemos y debemos ofrecer sacrificios espirituales, tal como nos pide san Pablo: 


«Os exhorto, pues, hermanos, por la misericordia de Dios, a que presentéis vuestros cuerpos como sacrificio vivo, santo, agradable a Dios; este es vuestro culto espiritual» (Rm 12,1).»


Fundamentos-Contemplativos en el mundo


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