sábado, 22 de septiembre de 2018

Guía diaria para acompañarnos en el camino





"El tío Joe había venido a pasar el fin de semana, y el pequeño Jimmy está entusiasmado ante la idea de compartir con el gran héroe la habitación y la cama.


Inmediatamente después de apagar la luz, Jimmy recuerda algo. «¡Arrea!", exclama, «¡casi me olvido!"


Y, saltando de la cama, se arrodilla junto a ella. No queriendo dar un mal ejemplo a su pequeño compañero de habitación, el tío Joe se levanta también de la cama y se arrodilla al otro lado.


«¡Eh, tú!", le susurra Jimmy todo asustado, «¡si mañana lo descubre mamá, te la cargas! ¡El orinal está a este lado!"


Anthony De Mello




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 C) Castidad


La castidad es uno de los signos de la vida consagrada; pero no es exclusivo de ella porque es, ante todo, una virtud eminentemente cristiana, a la que deben aspirar todos los bautizados. 


El contemplativo secular, ha sido consagrado personalmente por Dios y, aunque no posee una consagración pública en la Iglesia, tiene que vivir castamente tanto si es soltero, casado o viudo. 


En cualquier estado tiene que hacer presente y significativo el amor apasionado a Dios que es el centro de su vida. 


Un amor que surge de la seducción de Dios, a la que se abandona diciendo: «Me sedujiste, Señor, y me dejé seducir» (Jr 20,7), y que le lleva a dejarse poseer totalmente por Dios, a ser pertenencia suya para dejar de pertenecerse a sí mismo, tal como expresa el Cantar de los Cantares: «Mi amado es para mí y yo soy para mi amado» (Cant 2,16). 


Este amor es la expresión de la vivencia profunda y apasionada del primer mandamiento: «Amarás, pues, al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas» (Dt 6,5).»


Fundamentos-Contemplativos en el mundo


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