"El sabio indio Narada era un devoto del Señor Hari.
Tan grande era su devoción que un día sintió la tentación de pensar que no había nadie en todo el mundo que amara a Dios más que él.
El Señor leyó en su corazón y le dijo: “Narada, ve a la ciudad que hay a orillas del Ganges y busca a un devoto mío que vive allí. Te vendrá bien vivir en su compañía”.
Así lo hizo Narada, y se encontró con un labrador que todos los días se levantaba muy temprano, pronunciaba el nombre de Hari una sola vez, tomaba su arado y se iba al campo, donde trabajaba durante toda la jornada.
Por la noche, justo antes de dormirse, pronunciaba otra vez el nombre de Hari. Y Narada pensó: “¿Cómo puede ser un devoto de Dios este patán, que se pasa el día enfrascado en sus ocupaciones terrenales?”.
Entonces el Señor le dijo a Narada: “Toma un cuenco, llénalo de leche hasta el borde y paséate con él por la ciudad. Luego vuelve aquí sin haber derramado una sola gota”.
Narada hizo lo que se le había ordenado.
“¿Cuántas veces te has acordado de mí mientras paseabas por la ciudad?”, le preguntó el Señor.
“Ni una sola vez, Señor”, respondió Narada. “¿Cómo podía hacerlo si tenía que estar pendiente del cuenco de leche?”.
Y el Señor le dijo: “Ese cuenco ha absorbido tu atención de tal manera que me has olvidado por completo.
Pero fíjate en ese campesino, que, a pesar de tener que cuidar de toda una familia, se acuerda de mí dos veces al día”.
Anthony De Mello
***
"Llevado al campo religioso, eso significa que el modo como se conciba el Misterio (Dios) será igualmente deudor del nivel en que cada persona se encuentre.
De manera que, mientras alguien –que se está percibiendo como un “yo” personal– lo llamará “Tú”.
Otro –que se halle en un estado de consciencia diferente– obviará cualquier nombre y forma.”
ENRIQUE MARTÍNEZ LOZANO-LA DICHA DE SER

No hay comentarios:
Publicar un comentario