domingo, 17 de julio de 2016

Guía diaria para acompañarnos en el camino



"Eran dos grandes amigos. Trabajaban en un pueblo y decidieron ir a pasar unos días a la ciudad. Comenzaron a caminar y en una gran calle vieron un burdel que estaba frente a frente con un santuario. 


Uno de los amigos decidió pasar unas horas en el burdel, bebiendo y disfrutando de las bellas prostitutas, en tanto que el otro optó por pasar ese tiempo en el santuario, escuchando a un maestro que hablaba sobre la conquista interior.


Pasaron unos minutos, y entonces el amigo que estaba en el burdel comenzó a lamentar no estar escuchando al maestro en el santuario, en tanto que el otro amigo, por el contrario, en lugar de estar atento a las enseñanzas que estaba oyendo, estaba ensoñando con el burdel y reprochándose a sí mismo lo necio que había sido por no elegir la diversión. 


De este modo, el hombre que estaba en el burdel obtuvo los mismos méritos que si hubiera estado en el santuario, y el que estaba en el santuario acumuló tantos deméritos como si hubiera estado en el burdel.


El Maestro dice: Precediendo a los actos, está la actitud interior. En la actitud interior comienza la cuenta de méritos y deméritos»


Cuentos clásicos de la India







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"Pero es precisamente esa intensidad lo que se persigue con el placer: ese momento en el que las facultades de sentir se desbordan, se despiertan, se sacuden. Si hay repetición, todo pierde relieve: se vuelve monótono, siempre igual. 


Por lo que se impone una doble estrategia: la diversidad o la cantidad. Se cambian los tipos, se encuentran variedades distintas, se pasa a otros géneros. O se aumentan las dosis. Estas estrategias funcionan un poco, sobre todo las primeras veces que se ponen en práctica: se recupera parte de la intensidad perdida. 


La espera del placer es lo que lo mata. En la marcha uno disfruta esos momentos de placer puro, con ocasión de ciertos encuentros. El sabor de unas frambuesas, la calidez del sol en verano, el frescor de un arroyo. Algo que no habíamos conocido nunca antes. 


La marcha permite así, como brillantes llamaradas, que se abra paso en nosotros la posibilidad de sentir, en cantidades discretas: unos pocos encuentros de sendero en sendero.»


Andar-Una filosofía-Fréderíc Gros


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