domingo, 31 de julio de 2016

Guía diaria para acompañarnos en el camino



"Era un sabio vedantín, es decir, que creía en la unidad que se manifiesta como diversidad. Estaba hablando a sus discípulos sobre el Ser Supremo y el ser individual, explicándoles que son lo mismo. Declaró:


--Del mismo modo que el Ser Supremo existe dentro de sí mismo, también existe dentro de cada uno de nosotros.


Uno de los discípulos replicó:
--Pero, maestro, ¿cómo nosotros podemos ser como el Ser Supremo, cuando Él es tan inmenso y poderoso?
Infinitos universos moran dentro de Él. Nosotros somos partículas a su lado.


El sabio le pidió al discípulo que se aproximase al Ganges y tomase agua. Así lo hizo el discípulo.
Tomó un tazón de agua y se lo presentó al sabio; pero éste protestó:


--Te he pedido agua del Ganges.
Ésta no puede ser agua de ese río.
--Claro que lo es -dijo el discípulo consternado.


--Pero en el Ganges hay peces y tortugas, las vacas acuden a beber a sus orillas, y la gente se baña en él. Esta agua no puede ser del Ganges.


--Claro que lo es -insistió el discípulo-, pero en tan poca cantidad que no puede contener ni peces, ni tortugas, ni vacas, ni devotos.


—Tienes razón -afirmó el sabio-.
Ahora devuelve el agua al río.


Así lo hizo el discípulo y regresó después junto al sabio, que le explicó:
--¿Acaso no existen ahora todas esas cosas en el agua? 


El ser individual es como el agua en el tazón. Es una con el Ser Supremo, pero existe en forma limitada y por eso parece diferente. Al devolver el agua del tazón al río, volvió a contar con peces, tortugas, vacas y devotos. 


Si meditas adecuadamente, comprenderás que tú eres el Ser Supremo y que estás en todo, como Él.


El Maestro dice: Hasta en una brizna de hierba habita el Alma Universal.»


Cuentos clásicos de la India







***












"Y, para los niños, los paseos nunca se parecen entre sí. Recorren caminos distintos, los setos que los bordean son únicos, y las perspectivas, irreductibles. 


No se cruzan. Crecer significa no ser sensible ya más que a las generalidades, a las similitudes, a las categorías de ser. El bosque, la montaña, la llanura... 


Y, en nuestro entorno, todo se vuelve idéntico: para nosotros adultos, cada sendero pertenece a un mismo gran paisaje, está englobado en él. El adulto lo ve todo desde la altura de los años que tiene. La perspectiva de la experiencia lo aplana todo, lo achata, le quita sabor. 


Todo viene a ser lo mismo. El adulto sabe que su casa está situada en un país, y que varios caminos llevan hasta ella. Para el niño, en cambio, los caminos alejan, inquietan, son posibilidades de mundos. No se parecen entre sí: se abren a universos distintos.»


Andar-Una filosofía-Fréderíc Gros


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