viernes, 1 de diciembre de 2017

Guía diaria para acompañarnos en el camino



"Una anciana mujer, verdadera entusiasta de la jardinería, afirmaba que no creía en absoluto en ciertas predicciones que auguraban que algún día lograrían los científicos controlar el tiempo atmosférico. Según ella, lo único que hacía falta para controlar el tiempo era la oración.

Pero un verano, mientras ella se encontraba de viaje por el extranjero, la sequía azotó al país y arruinó por completo su precioso jardín. Cuando regresó, se sintió tan trastornada que cambió de religión.

Debería haber cambiado sus estúpidas creencias.”


Anthony De Mello






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"Él ora en nosotros por medio de su Espíritu (cf. Rm 8,26): La unidad de la Iglesia orante es realizada por el Espíritu Santo, que es el mismo en Cristo, en la totalidad de la Iglesia y en cada uno de los bautizados. 


El mismo «Espíritu viene en ayuda de nuestra flaqueza» y «aboga por nosotros con gemidos inefables» (Rm 8,26); siendo el Espíritu del Hijo, nos infunde «el espíritu de adopción, por el que clamamos: Abba, Padre» (Rm 8,15; Cf Gal 4,6, 1Co 12,3; Ef 5,18; Jd 20). 


No puede darse, pues oración cristiana sin la acción del Espíritu Santo, el cual, realizando la unidad de la Iglesia nos lleva al Padre por medio del Hijo (Ordenación general de la liturgia de las Horas, 8).


A partir de Pentecostés le corresponde a la Iglesia y al cristiano hacer presente en el mundo y en nuestro tiempo la oración de Cristo; de modo que nuestra oración es «sacramento» signo y presencia de la intercesión permanente del Señor. 


Pero esa «representación», que hace presente la oración de Cristo glorioso es imposible para el hombre abandonado a sus propias fuerzas.»


Fundamentos-Contemplativos en el mundo


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