"Érase un rabino que vivía en una aldea de la estepa rusa.
Durante veinte años, todas y cada una de las mañanas cruzaba la plaza de la aldea para ir a orar a la sinagoga, y todas y cada una de las mañanas lo observaba un policía que odiaba a los judíos.
Al fin, una mañana, el policía se acercó al rabino y le preguntó adónde iba.
«No lo sé», respondió el rabino.
«¿Qué significa eso de que no lo sabes? Durante los últimos veinte años, te he visto todas las mañanas acudir a esa sinagoga que está al otro lado de la plaza, ¿y ahora vienes con que no lo sabes? ¡Voy a darte una lección, para que te enteres!»
Y, dicho esto, agarró al viejo rabino de la barba y lo condujo así hasta el calabozo.
Mientras el policía abría la cerradura de la puerta del calabozo, el rabino, mirándolo maliciosamente, le dijo: «¿Ves ahora lo que quería decir cuando te dije que no lo sabía?»
Anthony De Mello
***
"Mucho más tarde diría que en toda su vida, hasta pasados sesenta y dos años, aun contando el sinfín de gracias recibidas de Dios y las muchas cosas aprendidas, y sumándolo todo ello, no creía «haber alcanzado tanto como de aquella vez sola».
Tal fue la gran iluminación ignaciana junto al Cardoner. Al cabo de un rato, fue a arrodillarse ante una cruz que estaba allí cerca, para dar gracias a Dios.»
Enamorarse de Dios-William Johnston
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