"Érase una vez un rabino a quien la gente tenía por un hombre de Dios. No pasaba un día en el que no acudiera a su puerta una multitud de personas en busca de consejo, de curación o de una simple bendición de aquel santo varón.
Y cada vez que el rabino hablaba, la gente le escuchaba absorta, como bebiendo cada una de sus palabras.
Pero había entre sus oyentes un desagradable individuo que no perdía ocasión de contradecir al Maestro.
Había observado los puntos débiles del rabino y se burlaba de sus defectos, para consternación de los discípulos, que empezaron a mirarle como si fuera la encarnación del diablo.
Un día, el «diablo» cayó enfermo y, al poco tiempo, falleció. Y todo el mundo respiró aliviado.
Externamente reflejaban la debida compunción, pero en sus corazones estaban contentos, porque las inspiradas palabras del Maestro ya no serían interrumpidas, ni sus soflamas serían criticadas por tan irrespetuoso hereje.
Por eso la gente estaba sorprendida al ver al Maestro auténticamente compungido durante el funeral.
Cuando, más tarde, un discípulo le preguntó si estaba entristecido por la condenación eterna del difunto, él respondió: «No, en absoluto. ¿Por qué iba a entristecerme por nuestro amigo, si sé que está en el cielo? Por quien estaba afligido era por mí mismo.
Ese hombre era el único amigo que tenía. Estoy rodeado de personas que me veneran, pero él era el único que hablaba en mi contra. Y me temo que, desaparecido él, vaya dejar de crecer.» Dicho lo cual, el Maestro rompió a llorar.”
Anthony De Mello
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61.No te apegues a nada, porque eres un peregrino de paso por este mundo.
62.No sueñes con otro lugar u otras circunstancias para santificarte. No huyas de la cruz. La providencia te coloca siempre en el lugar idóneo para que seas santo; y sólo en ese lugar tienes garantizada la gracia que necesitas.
63.Acepta el martirio. No puedes ser testigo de Dios en un mundo materialista sin dar la vida. La oposición del mundo y de tu entorno te permitirá confesar a Cristo con la fuerza incontestable de tu vida y será cimiento sólido para la construcción del reino de Dios.
64.Ninguna vocación o misión en la Iglesia puede ir en contra de tu vida contemplativa. En ella debes integrar todo lo que eres y haces.
65.Actúa siempre como portador de Dios que eres. En multitud de ocasiones Él sólo te tendrá a ti para hacerse presente en el lugar en el que te encuentres.»
Fundamentos-Contemplativos en el mundo
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