martes, 20 de noviembre de 2018

Guía diaria para acompañarnos en el camino






"Érase una vez un campo de concentración en el que vivía un prisionero que, a pesar de estar sentenciado a muerte, se sentía libre y carente de temor. 


Un día apareció en medio de la explanada tocando su guitarra, y una gran multitud se arremolinó en torno a él para escuchar, porque, bajo el hechizo de la música, los que le oían se veían, como él, libres del miedo. 


Cuando las autoridades de la prisión lo vieron, prohibieron al hombre volver a tocar.


Pero, al día siguiente, allí estaba él de nuevo, cantando y tocando su guitarra, rodeado de una multitud. Los guardianes se lo llevaron de allí sin contemplaciones y le cortaron los dedos. y una vez más, al día siguiente, se puso a cantar y a hacer la música que podía con sus muñones sanguinolentos. 


Y, esta vez, la gente aplaudía entusiasmada. Los guardianes volvieron a llevárselo a rastras y destrozaron su guitarra.


Al día siguiente, de nuevo estaba cantando con toda su alma. ¡y qué forma tan pura y tan inspirada de cantar! La gente se puso a corearle y, mientras duró el cántico, sus corazones se hicieron tan puros como el suyo, y sus espíritus igualmente invencibles. 


Los guardianes estaban esta vez tan enojados que le arrancaron la lengua.


Sobre el campo de concentración cayó un espeso silencio, algo indefinible y como inmortal.


Y, para asombro de todos, al día siguiente estaba allí de nuevo, balanceándose y danzando a los sones de una silenciosa música que sólo él podía oír. Y al poco tiempo, todo el mundo estaba alzando sus manos y danzando en torno a su sangrante y destrozada figura, mientras los guardianes estaban como inmovilizados y no salían de su estupor.


Sudha Chandran, una bailarina clásica de la India contemporánea, vio literalmente truncada su carrera en la flor de la vida, pues tuvieron que amputarle su pierna derecha. 


Pero, tras haberle adaptado una pierna artificial, retornó a la danza y, aunque parezca increíble, volvió a estar de nuevo en la cumbre. Cuando le preguntaron cómo lo había conseguido, ella respondió sencillamente: «No hacen falta pies para bailar.»


Anthony De Mello






***











 "Es por eso que la historia del siglo veinte es la que permite reconocer más claramente esa locura colectiva. Otro de los factores es que esta disfunción se está acelerando e intensificando.


La Primera Guerra Mundial estalló en 1914. Toda la historia de la humanidad había estado preñada de guerras crueles y destructivas, motivadas por el miedo, la codicia y las ansias de poder, además de los episodios ignominiosos como la esclavitud, la tortura y la violencia generalizada motivada por razones religiosas e ideológicas. 


Los seres humanos habían sufrido más a manos de otros seres humanos que a causa de los desastres naturales. Sin embargo, en 1914, la inteligencia de la mente humana había inventado no solamente el motor de combustión interna sino los tanques, las bombas, las ametralladoras, los submarinos, los lanzallamas y los gases tóxicos. ¡La inteligencia al servicio de la locura!»


Una nueva tierra- Eckhart Tolle


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