viernes, 22 de abril de 2016

Guía diaria para acompañarnos en el camino



"Cuando todaví­a existí­an las Torres Gemelas en New York, un famoso equilibrista tendió una cuerda en lo más alto de estos impresionantes rascacielos con el fin de pasar caminando sobre ella. Antes de hacerlo dijo a la multitud expectante:


“Me subiré y cruzaré sobre la cuerda, pero necesito que ustedes crean en mí­ y tengan confianza en que lo voy a lograr”.


“Claro que sí­”, respondieron todos al mismo tiempo.
Subió por el elevador y ayudándose de una vara de equilibrio comenzó a atravesar de un edificio a otro sobre la cuerda floja. Habiendo logrado la hazaña bajó y dijo a la multitud que le aplaudí­a emocionada:


“Ahora voy a pasar por segunda ocasión, pero sin la ayuda de la vara. Por tanto, más que antes, necesito su confianza y su fe en mí­”.


El equilibrista subió nuevamente por el elevador y luego comenzó a cruzar lentamente de un edificio hasta el otro. La gente estaba muda de asombro y aplaudí­a. 


Entonces el equilibrista bajó y, en medio de las ovaciones, por tercera vez dijo: “Ahora pasaré por última vez, pero empujaré una carretilla sobre la cuerda. Necesito, más que nunca, que crean en mí­ y confí­en en mí­”.


La multitud guardaba un tenso silencio. Nadie se atreví­a a creer que esto fuera posible. “Basta que una sola persona confí­e en mí­ y lo haré”, afirmó el equilibrista.


Entonces uno de los que estaba atrás gritó:
“Sí­, sí­, yo creo en ti; tú puedes!. Yo confí­o en ti!”.


El equilibrista para certificar su confianza, lo retó:
“Si de veras confí­as en mí­, vente conmigo y súbete a la carretilla”.


Cuando en verdad le creemos a Jesús nos subimos a su cruz, muriendo a todo aquello que no nos deja vivir. 


Este tipo de fe nos permite ver lo invisible y tener esperanza, ya que todo es posible para el que cree.»


Anónimo






***












"La libertad cuando se camina es la de no ser nadie, porque el cuerpo que camina no tiene historia, tan solo un flujo de vida inmemorial. Así, somos un animal de dos patas que avanza, una simple fuerza pura entre grandes árboles, apenas un grito. 


Y, a menudo, caminando uno grita para expresar su presencia animal recobrada. Probablemente, en esa gran libertad..., en ese derroche de energía que debe romper de arriba abajo nuestras vidas y derribar los puntos de referencia de los sometidos, la marcha en las montañas es una manera entre otras de tratar de alcanzar la inocencia.


Pero la marcha deja entrever un sueño: caminar como expresión del rechazo de una civilización corrupta, contaminada, alienante y miserable.»


Andar-Una filosofía-Fréderíc Gros


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