viernes, 13 de mayo de 2016

Guía diaria para acompañarnos en el camino



"Se trataba de dos ermitaños que vivían en un islote cada uno de ellos. El ermitaño joven se había hecho muy célebre y gozaba de gran reputación, en tanto que el anciano era un desconocido. 


Un día, el anciano tomó una barca y se desplazó hasta el islote del afamado ermitaño. Le rindió honores y le pidió instrucción espiritual. El joven le entregó un mantra y le facilitó las instrucciones necesarias para la repetición del mismo. 


Agradecido, el anciano volvió a tomar la barca para dirigirse a su islote, mientras su compañero de búsqueda se sentía muy orgulloso por haber sido reclamado espiritualmente. El anciano se sentía muy feliz con el mantra.


Era una persona sencilla y de corazón puro. Toda su vida no había hecho otra cosa que ser un hombre de buenos sentimientos y ahora, ya en su ancianidad, quería hacer alguna práctica metódica.


Estaba el joven ermitaño leyendo las escrituras, cuando, a las pocas horas de marcharse, el anciano regresó. 


Estaba compungido, y dijo:
--Venerable asceta, resulta que he olvidado las palabras exactas del mantra. Siento ser un pobre ignorante. ¿Puedes indicármelo otra vez?


El joven miró al anciano con condescendencia y le repitió el mantra.


Lleno de orgullo, se dijo interiormente: “Poco podrá este pobre hombre avanzar por la senda hacia la Realidad si ni siquiera es capaz de retener un mantra”. 


Pero su sorpresa fue extraordinaria cuando de repente vio que el anciano partía hacia su islote caminando sobre las aguas.


El Maestro dice: No hay mayor logro que la pureza de corazón. ¿Qué no puede obtenerse con un corazón limpio?"


Cuentos clásicos de la India






***













"Se permiten breves descansos o momentos de alegría asertiva. Hasta tres o cuatro personas, la marcha permite esos momentos de soledad compartida. 


Porque la soledad también se comparte, como el pan y la jornada.


Más de cuatro personas ya son una colonia, un ejército en marcha. Voces, silbidos, se va de uno a otro, se espera, se forman grupos que no tardan en convertirse en clanes. Cada uno alaba su material.


En el momento de comer incluso, cada cual quiere dar a probar a los demás, tiene sorpresas que enseñar, el almuerzo se convierte en una competición. 


Es un infierno. Ya nada es sencillo ni austero. La sociedad trasladada a la montaña. Se empieza a hacer comparaciones.»


Andar-Una filosofía-Fréderíc Gros


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