jueves, 19 de mayo de 2016

Guía diaria para acompañarnos en el camino



"El Buda fue el hombre más despierto de su época. Nadie como él comprendió el sufrimiento humano y desarrolló la benevolencia y la compasión. Entre sus primos, se encontraba el perverso Devadatta, siempre celoso del maestro y empeñado en desacreditarlo e incluso dispuesto a matarlo.


Cierto día que el Buda estaba paseando tranquilamente, Devadatta, a su paso, le arrojó una pesada roca desde la cima de una colina, con la intención de acabar con su vida. Sin embargo, la roca sólo cayó al lado del Buda y Devadatta no pudo conseguir su objetivo. El Buda se dio cuenta de lo sucedido permaneció impasible, sin perder la sonrisa de los labios.


Días después, el Buda se cruzó con su primo y lo saludó afectuosamente.
Muy sorprendido, Devadatta preguntó:
--¿No estás enfadado, señor?
--No, claro que no.
Sin salir de su asombro, inquirió:
--¿Por qué?
Y el Buda dijo:
--Porque ni tú eres ya el que arrojó la roca, ni yo soy ya el que estaba allí cuando me fue arrojada.


El Maestro dice: Para el que sabe ver, todo es transitorio: para el que sabe amar, todo es perdonable.»


Cuentos clásicos de la India








***













"Por último, no estamos solos porque en cuanto se anda enseguida se es dos. Sobre todo después de haber andado largo rato. Quiero decir que se da siempre, incluso a solas, el diálogo entre el cuerpo y el alma. 


Cuando la marcha es regular, animo, alabo, felicito: buenas piernas que me lleváis...Casi llego a darme unas palmaditas en el muslo, como si fuera el cuello del caballo. 


Durante los largos momentos de esfuerzo, cuando para el cuerpo es difícil, yo estoy ahí para animarlo: venga, un poco más, claro que puedes. Desde el momento en que me pongo en marcha, me convierto en dos. Mi cuerpo y yo: una pareja, un estribillo. 


El alma es verdaderamente el testigo del cuerpo. Testigo activo, alerta, que ha de seguir su ritmo, acompañar su esfuerzo: cuando te apoyas en una pierna en las subidas empinadas, cuando sientes su peso en la rodilla. 


Empujas, y el pensamiento comenta siempre: «Bien, bien, bien...».


Andar-Una filosofía-Fréderíc Gros


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