"Se trataba de un grupo de pescadoras. Después de concluida la faena, se pusieron en marcha hacia sus respectivas casas. El trayecto era largo y, cuando la noche comenzaba a caer, se desencadenó una violenta tormenta.
Llovía tan torrencialmente que era necesario guarecerse. Divisaron a lo lejos una casa y comenzaron a correr hacia ella. Llamaron a la puerta y les abrió una hospitalaria mujer que era la dueña de la casa y se dedicaba al cultivo y venta de flores.
Al ver totalmente empapadas a las pescadoras, les ofreció una habitación para que tranquilamente pasaran allí la noche.
Era una amplia estancia donde había una gran cantidad de cestas con hermosas y muy variadas flores, dispuestas para ser vendidas al siguiente día.
Las pescadoras estaban agotadas y se pusieron a dormir. Sin embargo, no lograban conciliar el sueño y empezaron a quejarse del aroma de las flores: “¡Qué peste! No hay quien soporte este olor. Así no hay quien pueda dormir”.
Entonces una de ellas tuvo una idea y se la sugirió a sus compañeras:
--No hay quien aguante esta peste, amigas, y, si no ponemos remedio, no vamos a poder pegar un ojo.
Tomen las canastas de pescado y utilícenlas como almohada y así conseguiremos evitar este desagradable olor.
Las mujeres siguieron la sugerencia de su compañera. Tomaron las cestas malolientes de pescado y apoyaron las cabezas sobre ellas. Apenas había pasado un minuto y ya todas ellas dormían profundamente.
El Maestro dice: Por ignorancia y ausencia de entendimiento correcto, el ser humano se pierde en las apariencias y no percibe lo Real.»
Cuentos clásicos de la India
***
"Así es que no estamos solos, pues andando nos granjeamos la simpatía de lo que está vivo y nos rodea: los árboles y las flores.
Tanto es así que, a veces, vamos a caminar solo para visitar: visitar rincones de vegetación, arboledas, valles de color violeta.
Al cabo de unos días, unas semanas, unos años: decididamente, hace demasiado tiempo que no voy por allí. Todo ello me está esperando, hay que ir a pie. Y, lentamente, me reencuentro con todo, el camino, la consistencia bajo mis pies, la disposición de las colinas, la altura de los bosques: todo me es conocido.»
Tanto es así que, a veces, vamos a caminar solo para visitar: visitar rincones de vegetación, arboledas, valles de color violeta.
Al cabo de unos días, unas semanas, unos años: decididamente, hace demasiado tiempo que no voy por allí. Todo ello me está esperando, hay que ir a pie. Y, lentamente, me reencuentro con todo, el camino, la consistencia bajo mis pies, la disposición de las colinas, la altura de los bosques: todo me es conocido.»
Andar-Una filosofía-Fréderíc Gros

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