"Se trataba de un joven erudito, arrogante y engreído. Para cruzar un caudaloso río de una a otra orilla tomó una barca. Silente y sumiso, el barquero comenzó a remar con diligencia. De repente, una bandada de aves surcó el cielo y el joven preguntó al barquero:
--Buen hombre, ¿has estudiado la vida de las aves?
--No, señor -repuso el barquero.
--Entonces, amigo, has perdido la cuarta parte de tu vida.
Pasados unos minutos, la barca se deslizó junto a unas exóticas plantas que flotaban en las aguas del río. El joven preguntó al barquero:
--Dime, barquero, ¿has estudiado botánica?
--No, señor, no sé nada de plantas.
--Pues debo decirte que has perdido la mitad de tu vida -comentó el petulante joven.
El barquero seguía remando pacientemente. El sol del mediodía se reflejaba luminosamente sobre las aguas del río. Entonces el joven preguntó:
--Sin duda, barquero, llevas muchos años deslizándote por las aguas.
¿Sabes, por cierto, algo de la naturaleza del agua?
--No, señor, nada sé al respecto.
No sé nada de estas aguas ni de otras.
--¡Oh, amigo! -exclamó el joven-.
De verdad que has perdido las tres cuartas partes de tu vida.
Súbitamente, la barca comenzó a hacer agua. No había forma de achicar tanta agua y la barca comenzó a hundirse. El barquero preguntó al joven:
--Señor, ¿sabes nadar?
--No -repuso el joven.
--Pues me temo, señor, que has perdido toda tu vida.
El Maestro dice: No es a través del intelecto como se alcanza el Ser: el pensamiento no puede comprender al pensador y el conocimiento erudito no tiene nada que ver con la Sabiduría.»
Cuentos clásicos de la India
***
"Cuentan de un sabio peregrino que, aunque el cielo estaba encapotado y se anunciaba tormenta, seguía desde hacía mucho tiempo un largo camino que le ofrecía el espectáculo, al fondo de un valle, de un pequeño campo de trigo maduro.
Y, entre las malas hierbas y bajo el cielo oscuro, ese campo bien dibujado se veía como un cuadrado perfecto de luz que el viento hacía ondular suavemente.
Era hermoso, y el peregrino, en su lento caminar, disfrutó plenamente del espectáculo. Mientras avanzaba vio al campesino regresar, con la mirada gacha, una vez terminada su jornada de trabajo.
El peregrino lo detuvo y, apretándole el brazo, murmuró emocionado: «Gracias». El campesino contestó malhumorado: «No tengo nada que darle, pobre hombre».
Entonces el peregrino le contestó amablemente: «No le doy las gracias para que me dé algo, sino porque ya me lo ha dado todo. Ha hecho usted de ese campo de trigo el objeto de su afán, y gracias a su trabajo es hoy tan hermoso.
Usted ahora solo piensa en lo que cuesta un grano.Yo he caminado, y durante todo el camino he podido alimentarme de sus tonos dorados». Y el anciano sonreía.
El campesino se alejó y siguió su camino, meneando la cabeza y tildándolo de loco.»
Y, entre las malas hierbas y bajo el cielo oscuro, ese campo bien dibujado se veía como un cuadrado perfecto de luz que el viento hacía ondular suavemente.
Era hermoso, y el peregrino, en su lento caminar, disfrutó plenamente del espectáculo. Mientras avanzaba vio al campesino regresar, con la mirada gacha, una vez terminada su jornada de trabajo.
El peregrino lo detuvo y, apretándole el brazo, murmuró emocionado: «Gracias». El campesino contestó malhumorado: «No tengo nada que darle, pobre hombre».
Entonces el peregrino le contestó amablemente: «No le doy las gracias para que me dé algo, sino porque ya me lo ha dado todo. Ha hecho usted de ese campo de trigo el objeto de su afán, y gracias a su trabajo es hoy tan hermoso.
Usted ahora solo piensa en lo que cuesta un grano.Yo he caminado, y durante todo el camino he podido alimentarme de sus tonos dorados». Y el anciano sonreía.
El campesino se alejó y siguió su camino, meneando la cabeza y tildándolo de loco.»
Andar-Una filosofía-Fréderíc Gros

No hay comentarios:
Publicar un comentario