"Era en el norte de la India, allí donde las montañas son tan elevadas que parece como si quisieran acariciar las nubes con sus picos.
En un pueblecillo perdido en la inmensidad del Himalaya se reunieron un asceta, un peregrino y un brahmín. Comenzaron a comentar cuánto dedicaban a Dios cada uno de ellos de aquellas limosnas que recibían de los fieles. El asceta dijo:
--Mirad, yo lo que acostumbro a hacer es trazar un círculo en el suelo y lanzar las monedas al aire. Las que caen dentro del círculo me las quedo para mis necesidades y las que caen fuera del círculo se las ofrendo al Divino.
Entonces intervino el peregrino para explicar:
--Sí, también yo hago un círculo en el suelo y procedo de la misma manera, pero, por el contrario, me quedo para mis necesidades con las monedas que caen fuera del círculo y doy al Señor las que caen dentro del mismo.
Por último habló el brahmín para expresarse de la siguiente forma:
--También yo, queridos compañeros, dibujo un círculo en el suelo y lanzo las monedas al aire. Las que no caen, son para Dios y las que caen las guardo para mis necesidades.
El Maestro dice: Así proceden muchas personas que se dicen religiosas. Tienen dos rostros y uno es todavía más falso que el otro.»
Cuentos clásicos de la India
***
"En ese silencio, se escucha mejor entonces, porque se escucha por fin lo que no tiene vocación alguna de ser retraducido, recodificado y reformateado.
Antes de hablar, un hombre debe ver. Las únicas palabras que le quedan entonces al caminante son palabras insignificantes, palabras que se sorprende a sí mismo diciendo («vamos, vamos, vamos», «así», «eso es», «eso, eso»), palabras como guirnaldas que se cuelgan de los segundos, banales, palabras que ni siquiera son para decir, sino para matizar el silencio con una vibración más, para oírlas resonar.»
Andar-Una filosofía-Fréderíc Gros

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