jueves, 5 de mayo de 2016

Guía diaria para acompañarnos en el camino



"Después de un naufragio, el único superviviente agradeció a Dios por  estar vivo y haber conseguido agarrarse a un trozo del barco para  poder flotar. 


Este único superviviente fue a parar a una pequeña isla deshabitada y fuera de cualquier ruta de navegación, y volvió a agradecer a Dios  por llegar a tierra firme. 


Con mucha dificultad y con restos de los destrozos consiguió montar  un pequeño abrigo para poderse proteger del sol, de la lluvia, de los animales y para guardar sus pocas pertenencias, y como siempre, ¡lo agradeció!. 


En los dí­as siguientes a cada alimento que conseguí­a cazar o coger, él agradecí­a. 


Sin embargo, un dí­a, cuando regresaba de buscar alimentos, se encontró su choza en llamas, estaba envuelta en altas nubes de humo. 


Terriblemente desesperado, se rebeló y gritaba llorando: 
"Me ocurrió lo peor, ¡lo perdí­ todo!". 
"Dios ¿por qué hiciste esto conmigo?". 


Lloró tanto que se durmió, profundamente cansado. 
Al dí­a siguiente, bien temprano, fue despertado por el sonido de un naví­o que se acercaba. 
"Venimos a rescatarlo", dijeron. 
"¿Cómo supieron que yo estaba aquí­?, preguntó el naufrago. 


"¡Nosotros vimos su señal de humo!", respondió el capitán del barco. 


Es normal sentirnos sin fuerzas, e incluso desesperados cuando las cosas van mal. Pero Dios actúa en beneficio nuestro, incluso en los momentos de dolor y sufrimiento. Para cada pensamiento negativo nuestro, Dios tiene una respuesta positiva.  


Recuerda: si algún dí­a tu único abrigo estuviera en llamas, esa puede ser la señal de humo que hará llegar a tu vida la Gracia Divina.»


Anónimo






***











"Pero con ello me refiero a una lentitud del caminante que no es exactamente lo contrario de la velocidad. Es ante todo la extrema regularidad de los pasos, su uniformidad. 


Hasta el punto de que casi se diría que el buen caminante se desliza, o más bien habría que decir que sus piernas giran, formando círculos. El mal caminante puede ir deprisa a veces, acelerar y luego aminorar el ritmo. Sus movimientos serán sincopados, las piernas dibujarán ángulos quebrados. 


Su rapidez estará hecha de aceleraciones repentinas seguidas de largas pausas; de amplios movimientos voluntarios, de decisiones en las que, cada vez, el mal caminante empujará o tirará del cuerpo. Rostros colorados y sudorosos.»

Andar-Una filosofía-Fréderíc Gros


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