«Había un rey de corazón puro y muy interesado por la búsqueda espiritual. A menudo se hacía visitar por yoguis y maestros místicos que pudieran proporcionarle prescripciones y métodos para su evolución interna. Le llegaron noticias de un asceta muy sospechoso y entonces decidió hacerlo llamar para ponerlo a prueba.
El asceta se presentó ante el monarca, y éste, sin demora, le dijo:
--¡O demuestras que eres un renunciante auténtico o te haré ahorcar!
El asceta dijo:
--Majestad, os juro y aseguro que tengo visiones muy extrañas y sobrenaturales. Veo un ave dorada en el cielo y demonios bajo la tierra.
¡Ahora mismo los estoy viendo! ¡Sí, ahora mismo!
--¿Cómo es posible -inquirió el rey- que a través de estos espesos muros puedas ver lo que dices en el cielo y bajo tierra?
Y el asceta repuso:
--Sólo se necesita miedo.
El Maestro dice: Caminar hacia la Verdad es más difícil que hacerlo por el filo de la navaja, por eso sólo algunos se comprometen con la Búsqueda."
Cuentos clásicos de la India
***
"Este estiramiento del tiempo profundiza el espacio. Es uno de los secretos de la marcha: un acercamiento lento a los paisajes, que los vuelve progresivamente familiares.
Es como cuando se frecuenta a alguien y la amistad va acrecentándose. Lo mismo ocurre con un perfil de montaña que uno conserva todo el día, lo adivina bajo diferentes luces, y se precisa, se articula.
Cuando uno camina, nada se mueve, las colinas se acercan, y el paisaje se transforma solo imperceptiblemente.
En tren o en coche, vemos venir hacia nosotros una montaña. El ojo es rápido, vivo, cree haberlo comprendido todo, haberlo captado todo.
Al caminar, nada se desplaza verdaderamente: la presencia se instala lentamente en el cuerpo. Al caminar, no es tanto que nos acerquemos, sino que las cosas que están allá inciden cada vez más en nuestro cuerpo.
El paisaje es un paquete de sabores, colores y olores de los que el cuerpo se impregna.»
Es como cuando se frecuenta a alguien y la amistad va acrecentándose. Lo mismo ocurre con un perfil de montaña que uno conserva todo el día, lo adivina bajo diferentes luces, y se precisa, se articula.
Cuando uno camina, nada se mueve, las colinas se acercan, y el paisaje se transforma solo imperceptiblemente.
En tren o en coche, vemos venir hacia nosotros una montaña. El ojo es rápido, vivo, cree haberlo comprendido todo, haberlo captado todo.
Al caminar, nada se desplaza verdaderamente: la presencia se instala lentamente en el cuerpo. Al caminar, no es tanto que nos acerquemos, sino que las cosas que están allá inciden cada vez más en nuestro cuerpo.
El paisaje es un paquete de sabores, colores y olores de los que el cuerpo se impregna.»
Andar-Una filosofía-Fréderíc Gros

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