"Amanecía. Los primeros rayos del sol se reflejaban en las aguas azules del mar de Arabia. Una tortuga salía de su sueño profundo y se desperezaba en la playa. Abrió los ojillos y, de repente, vio un pez que sacaba la cabeza del agua. Cuando el pez se percató de la presencia de la tortuga, le preguntó:
--Amiga tortuga, presiento que hay sabiduría en tu corazón y quiero hacerte una pregunta: ¿qué es el agua?
La tortuga no respondió al instante.
No podía creer lo que le estaba preguntando aquel pez que estaba cerca de ella. Cuando se dio cuenta de que no estaba durmiendo y el suceso no era parte de un sueño, dijo:
--Amigo pez, has nacido en el agua, en el agua estás viviendo y en el agua hallarás la muerte. Alrededor de tu cuerpo hay agua y agua hay dentro de tu cuerpo.
Te alimentas de lo que en el agua encuentras y en el agua te reproduces. ¡Y tú, pez necio, me preguntas qué es el agua!
El Maestro dice: Ignorante como ese pez, naces, vives y mueres en el Ser y gracias al Ser y, empero, como ese pez que desconoce el agua en la que mora, tú ignoras la Realidad en la que habitas.»
Cuentos clásicos de la India
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"El niño eterno es el que no ha visto nunca nada tan hermoso, porque no compara.
Cuando nos marchamos varios días, varias semanas, no abandonamos solo nuestro trabajo, nuestros asuntos, nuestras costumbres, nuestras preocupaciones y a nuestros vecinos, sino también nuestras complejas identidades, nuestros rostros y nuestras máscaras.
Nada de eso es ya importante, porque andar nunca requiere nada más que el cuerpo. Ni el saber, ni las lecturas ni las relaciones tienen utilidad alguna: bastan dos piernas, y unos ojos muy abiertos para ver.»
Cuando nos marchamos varios días, varias semanas, no abandonamos solo nuestro trabajo, nuestros asuntos, nuestras costumbres, nuestras preocupaciones y a nuestros vecinos, sino también nuestras complejas identidades, nuestros rostros y nuestras máscaras.
Nada de eso es ya importante, porque andar nunca requiere nada más que el cuerpo. Ni el saber, ni las lecturas ni las relaciones tienen utilidad alguna: bastan dos piernas, y unos ojos muy abiertos para ver.»
Andar-Una filosofía-Fréderíc Gros

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