"Se trataba de un genuino buscador extranjero. Llevaba muchos años de búsqueda incansable, rastreando inquebrantablemente la Verdad.
Había leído las escrituras de todas las religiones, había seguido numerosas vías místicas, había puesto en práctica no pocas técnicas de autodesarrollo y había escuchado a buen número de maestros; pero seguía buscando. Dejó su país y se trasladó a la India.
Viajó sin descanso. Había ido de un estado a otro y de ciudad en ciudad, indagando, buscando, anhelando encontrar. Un día llegó a un pueblo y preguntó si había algún maestro con el que entrar en contacto.
Le comunicaron que no había ningún maestro, pero que en una montaña cercana habitaba un ermitaño. El hombre se dirigió a la montaña con el propósito de hallar al ermitaño. Comenzó a ascender por una de sus laderas.
De súbito, observó que el ermitaño bajaba por el mismo sendero por el que él subía. Cuando estaban a punto de cruzarse e iba a preguntarle el mejor modo para acelerar el proceso hacia la liberación, el ermitaño dejó caer en el suelo un saco que llevaba a sus espaldas.
Se hizo un silencio profundo, estremecedor, total y perfecto. El ermitaño clavó sus ojos, sutiles y elocuentes, en los del buscador. ¡Qué mirada aquélla!
Luego, el ermitaño tomó de nuevo el saco, lo cargó a su espalda y prosiguió la marcha. Ni una palabra, ni un gesto, pero ¡qué mirada aquélla! El buscador, de repente, comprendió en lo más profundo de sí mismo.
No se trataba de una comprensión intelectual, sino inmensa y visceral. Deja el fardo de juicios y prejuicios, conceptos y actitudes egocéntricas, para poder evolucionar.
El Maestro dice: No tienes nada que perder que no sea tu ignorancia y la máscara de tu personalidad.»
Cuentos clásicos de la India
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"La plenitud de sentirse vivo. Y la felicidad será el espectáculo de un valle violeta bajo los rayos del sol poniente, ese milagro de las tardes de verano, que apenas dura unos instantes, en el que cada color, aplastado todo el día por un sol de acero, en una luz dorada se libera por fin y respira.
La felicidad será, más tarde, en el albergue, la compañía de una noche: la gente con la que uno se encuentra, feliz de hallarse reunida por el azar del camino. Pero en todo ello se trata de recibir.
La felicidad supone ser destinatario de un espectáculo, de un instante, de una atmósfera, y supone tomar, aceptar, captar la gracia del momento."
La felicidad será, más tarde, en el albergue, la compañía de una noche: la gente con la que uno se encuentra, feliz de hallarse reunida por el azar del camino. Pero en todo ello se trata de recibir.
La felicidad supone ser destinatario de un espectáculo, de un instante, de una atmósfera, y supone tomar, aceptar, captar la gracia del momento."
Andar-Una filosofía-Fréderíc Gros

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