domingo, 26 de noviembre de 2017

Guía diaria para acompañarnos en el camino



"Un zapatero remendón acudió al rabino Isaac de Ger y le dijo: “No sé qué hacer con mi oración de la mañana. 


Mis clientes son personas pobres que no tienen más que un par de zapatos. Yo se los recojo a última hora del día y me paso la noche trabajando; al amanecer, aún me queda trabajo por hacer si quiero que todos ellos los tengan listos para ir a trabajar. Y mi pregunta es: 


¿Qué debo hacer con mi oración de la mañana?”.  “¿Qué has venido haciendo hasta ahora?”, preguntó el rabino.


“Unas veces hago la oración a todo correr y vuelvo enseguida a mi trabajo; pero eso me hace sentirme mal. 


Otras veces dejo que se me pase la hora de la oración, y también entonces tengo la sensación de haber faltado; y de vez en cuando, al levantar el martillo para golpear un zapato, casi puedo escuchar cómo mi corazón suspira: "¡Qué desgraciado soy, pues no soy capaz de hacer mi oración de la mañana...!".


Le respondió el rabino: “Si yo fuera Dios, apreciaría más ese suspiro que la oración”.


Anthony De Mello





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"Orar es algo tan simple como dejar que Cristo ore en nosotros o, también, como insertarnos en su misma y permanente oración. En este sentido, podemos afirmar que la finalidad de la encarnación es precisamente hacernos partícipes de la comunión de amor que el Verbo tiene con el Padre.

b) Cristo continúa en el cielo su intercesión en favor de la humanidad

Con la Ascensión termina la oración del Verbo encarnado en la tierra. Pero eso no quiere decir que desde entonces haya terminado su oración. 

Después de subir al Padre, la tarea de Cristo resucitado sigue siendo la oración. A partir de ese momento, en el cielo hay una humanidad como la nuestra, la de Cristo, que intercede por nosotros. 

La oración del Verbo encarnado continúa ante el trono de Dios, porque nunca ha dejado de orar desde el momento de la encarnación.»

Fundamentos-Contemplativos en el mundo


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