martes, 6 de marzo de 2018

Guía diaria para acompañarnos en el camino




"Todos los filósofos, teólogos y doctores de la ley fueron reunidos en el tribunal para asistir al juicio del mullah Nasrudin, a quien se imputaba la grave acusación de haber ido de ciudad en ciudad diciendo: 


“Vuestros supuestos dirigentes religiosos son unos ignorantes y están confusos”. De modo que le acusaron de hereje, lo cual estaba penado con la muerte. “Puedes hablar tú el primero”, le dijo el Califa. El mullah estaba perfectamente tranquilo. 


“Ordena que traigan papel y plumas para escribir”, dijo, “y que lo repartan entre los diez hombres más sabios de esta augusta asamblea”.


Y, para regocijo de Nasrudin, se organizó entre todos ellos una tremenda disputa acerca de quién era el más sabio de todos. Cuando la contienda concluyó y quedaron provistos de papel y pluma los diez elegidos, el mullah dijo: 


Que cada uno de ellos escriba la respuesta a la siguiente pregunta: ¿De qué está hecha la materia?”.


Las respuestas fueron escritas y entregadas al Califa, el cual las leyó. Uno decía: “Está hecha de la nada”. Otro: “De moléculas”. Otro: “De energía” Y otros: “De luz”, “No lo sé”, “De esencia metafísica”, etc. 


Y Nasrudin dijo al Califa: “Cuando se pongan de acuerdo acerca de lo que es la materia, estarán en condiciones de juzgar asuntos del espíritu. Pero ¿no es extraño que no puedan ponerse de acuerdo en algo de lo que ellos mismos están hechos y, sin embargo, sean unánimes a la hora de decidir que yo soy un hereje?”.


Lo que produce daño no es la diversidad de nuestros dogmas, sino nuestro dogmatismo. Por eso, si cada uno de nosotros hiciera aquello de lo que está firmemente persuadido que es la voluntad de Dios, el resultado sería el más absoluto caos. 


La culpa la tiene la certeza. La persona espiritual conoce la incertidumbre, que es un estado de ánimo desconocido para el fanático religioso.”


Anthony De Mello





***












"Todo esto responde a una llamada. No es algo que uno pueda elegir arbitrariamente, porque lo decida o le apetezca. 


De hecho, incluso la misión del Hijo de Dios responde a una llamada. El Verbo se encarna en virtud de una vocación. Sabe lo que siente el Padre, y conoce su sufrimiento, porque es su propio sufrimiento y el sufrimiento de la Trinidad. 


Y desde ahí surge su«vocación» y el envío del Padre. Por eso no basta con que uno pronuncie simplemente una fórmula: «Aquí estoy». 


Es necesario que esté en esa sintonía que le permite ver lo que quiere Dios, su plan salvador; y a la vez, que vea la necesidad de salvación que tiene el hombre; para lo cual hemos de estar en permanente sintonía con el corazón de Dios. Y entonces la intercesión es sencilla y espontánea.»


Fundamentos-Contemplativos en el mundo


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