domingo, 3 de diciembre de 2017

Guía diaria para acompañarnos en el camino



"Un día, el mullah Nasrudin observó cómo el maestro del pueblo conducía a un grupo de niños hacia la mezquita.


“¿Para qué los llevas allí?”, le preguntó.


“La sequía está azotando al país”, le respondió el maestro, “y confiamos en que el clamor de los inocentes mueva el corazón del Todopoderoso”.


“Lo importante no es el clamor, ya sea de inocentes o de criminales”, dijo el mullah, “sino la sabiduría y el conocimiento”.


“¿Cómo te atreves a blasfemar de ese modo delante de estos niños?”, le recriminó el maestro. “¡Deberás probar lo que has dicho, o te acusaré de hereje!”.


“Nada más fácil”, replicó Nasrudin. “Si las oraciones de los niños sirvieran de algo, no habría un maestro de escuela en todo el país, porque no hay nada que detesten tanto los niños como ir a la escuela. Si tú has sobrevivido a tales oraciones, es porque nosotros, que sabemos más que los niños, te hemos mantenido en tu puesto”.


Anthony De Mello






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"Así, pues, el Espíritu Santo ora en nosotros «con gemidos inefables» (Rm 8,26). Él, que escruta nuestros corazones y que conoce lo íntimo de Dios, es el que puede ponernos en comunicación con Dios en un lenguaje que supera nuestras palabras o ideas, y que tiene que ajustarse plenamente a nuestras necesidades y a la voluntad divina, traduciendo nuestra débil e insegura plegaria a la lengua que corresponde a Dios.


Tal como hemos visto, la Iglesia enseña que «no puede darse oración cristiana sin la acción del Espíritu Santo, el cual [...] nos lleva al Padre por medio del Hijo». Y San Pablo, que afirma rotundamente que el Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad, también dice cuál es el contenido de su «ayuda e intercesión»: 


El Espíritu intercede, con un «grito, un clamor» cuyo contenido es «Abbá, Padre».


Fundamentos-Contemplativos en el mundo


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