martes, 20 de marzo de 2018

Guía diaria para acompañarnos en el camino



"Así crecen las organizaciones espirituales: Un guru quedó tan impresionado por el progreso espiritual de su discípulo que, pensando que ya no necesitaba ser guiado, le permitió independizarse y ocupar una pequeña cabaña a la orilla de un río.  


Cada mañana, después de efectuar sus abluciones, el discípulo ponía a secar su taparrabos, que era su única posesión. Pero un día quedó consternado al comprobar que las ratas lo habían hecho trizas. De manera que tuvo que mendigar entre los habitantes de la aldea para conseguir otro. 


Cuando las ratas también destrozaron éste, decidió hacerse con un gato, con lo cual dejó de tener problemas con las ratas, pero, además de mendigar para su propio sustento, tuvo que hacerlo para conseguir leche para el gato.  


“Esto de mendigar es demasiado molesto”, pensó, “y demasiado oneroso para los habitantes de la aldea. Tendré que hacerme con una vaca”. Y cuando consiguió la vaca, tuvo que mendigar para conseguir forraje. 


“Será mejor que cultive el terreno que hay junto a la cabaña”, pensó entonces. Pero también aquello demostró tener sus inconvenientes, porque le dejaba poco tiempo para la meditación. De modo que empleó a unos peones que cultivaran la tierra por él. 


Pero entonces se le presentó la necesidad de vigilar a los peones, por lo que decidió casarse con una mujer que hiciera esta tarea. Naturalmente, antes de que pasara mucho tiempo se había convertido en uno de los hombres más ricos de la aldea. 


Años más tarde, acertó a pasar por allí el guru que se sorprendió al ver una suntuosa mansión donde antes se alzaba la cabaña. Entonces le preguntó a uno de los sirvientes: “¿No vivía aquí un discípulo mío?”.  


Y antes de que obtuviera respuesta, salió de la casa el propio discípulo. “¿Qué significa todo esto, hijo mío?”, preguntó el guru. 


“No va usted a creerlo, señor”, respondió éste, “pero no encontré otro modo de conservar mi taparrabos”.


Anthony De Mello





***











"No es infrecuente que experimenten la dolorosa experiencia de fracaso, aparente o real, que supone un sufrimiento añadido a la intercesión. 


Pero la misma experiencia de fracaso humano permite profundizar en el ofrecimiento y hacerlo más amplio y generoso, evitando la vanidad de creer que podemos hacer algo con nuestras fuerzas. 


Si en algún caso pudiera sobrevenirnos esta tentación de vanidad, debemos servirnos de la experiencia del bien que ha hecho Dios a través de nuestra intercesión para considerar cuántas cosas se quedan sin hacer porque no hemos sabido tener la disposición y la entrega adecuadas para secundar la gracia. 


En cualquier caso el gran signo de que Dios está detrás de todo es la paz, a través de la cual puedo reconocer que lo que me pasa o veo es de Dios. Una paz que es perfectamente compatible con el trabajo o el sufrimiento, pero nunca con el desánimo, la inquietud o la tristeza.»


Fundamentos-Contemplativos en el mundo


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