miércoles, 21 de marzo de 2018

Guía diaria para acompañarnos en el camino




"En un determinado lugar de una accidentada costa, donde eran frecuentes los naufragios, había una pequeña y destartalada estación de salvamento que constaba de una simple cabaña y un humilde barco. 


Pero las pocas personas que la atendían lo hacían con verdadera dedicación, vigilando constantemente el mar e internándose en él intrépidamente, sin preocuparse de su propia seguridad, si tenían la más ligera sospecha de que en alguna parte había un naufragio. 


De ese modo salvaron muchas vidas y se hizo famosa la estación. Y a medida que crecía dicha fama, creció también el deseo, por parte de los habitantes de las cercanías, de que se les asociara a ellos con tan excelente labor. 


Para lo cual se mostraron generosos a la hora de ofrecer su tiempo y su dinero, de manera que se amplió la plantilla de socorristas, se compraron nuevos barcos y se adiestró a nuevas tripulaciones. 


También la cabaña fue sustituida por un confortable edificio capaz de satisfacer adecuadamente las necesidades de los que habían sido salvados del mar y, naturalmente, como los naufragios no se producen todos los días, se convirtió en un popular lugar de encuentro, en una especie de club local. 


Con el paso del tiempo, la vida social se hizo tan intensa que se perdió casi todo el interés por el salvamento, aunque, eso sí, todo el mundo ostentaba orgullosamente las insignias con el lema de la estación. 


Pero, de hecho, cuando alguien era rescatado del mar, siempre podía detectarse el fastidio, porque los náufragos solían estar sucios y enfermos y ensuciaban la moqueta y los muebles.


Las actividades sociales del club pronto se hicieron tan numerosas, y las actividades de salvamento tan escasas que en una reunión del club se produjo un enfrentamiento con algunos miembros que insistían en recuperar la finalidad y la actividad originarias. 


Se procedió a una votación, y aquellos alborotadores, que demostraron ser minoría, fueron invitados a abandonar el club y crear otro por su cuenta.  


Y esto fue justamente lo que hicieron: crear otra estación en la misma costa, un poco más allá, en la que demostraron tal desinterés de sí mismos y tal valentía que se hicieron famosos por su heroísmo. 


Con lo cual creció el número de sus miembros, se reconstruyó la cabaña... y acabó apagándose su idealismo. Si, por casualidad, visita usted hoy aquella zona, se encontrará con una serie de clubes selectos a lo largo de la costa, cada uno de los cuales se siente orgulloso, y con razón, de sus orígenes y de su tradición. 


Todavía siguen produciéndose naufragios en la zona, pero a nadie parecen preocuparle demasiado.”


Anthony De Mello





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«La misión del contemplativo depende esencialmente de la misión de Cristo de la que participa. La eficacia de su oración, su amor y la ofrenda de su vida es consecuencia directa de su unión con el Señor y de la participación en esas mismas realidades vividas por Él.


A medida que avanzamos en la vida de oración experimentamos con más fuerza la necesidad de unirnos más profundamente a Cristo para identificarnos con Él y poder revivir en nosotros su misma vida y los misterios salvíficos que encierra. 


Y para hacer posible esta unión, Jesús ha dejado en su Iglesia la Eucaristía que actualiza su sacrificio redentor y la gracia que contiene: su amor al Padre y a los hombres, su constante intercesión a favor del mundo, su glorificación del Padre, la entrega sacrificial de su vida y la fuerza vivificadora de su resurrección.»


Fundamentos-Contemplativos en el mundo



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