"EL NIÑO DEJA DE LLORAR
«Afirmaba aquel hombre que, en la práctica, era ateo.
Si realmente pensaba por sí mismo y era honrado, tenía que admitir que no creía de veras las cosas que su religión le enseñaba.
La existencia de Dios originaba tantos problemas como los que resolvía; la vida después de la muerte era un espejismo; las escrituras y la tradición habían causado tanto mal como bien.
Todas estas cosas habían sido inventadas por el hombre para mitigar la soledad y la desesperación que él observaba en la existencia humana.
Lo mejor era dejarle en paz. No decirle nada. Tal vez estaba atravesando una crisis de crecimiento y evolución.
Una vez le preguntó el discípulo a su Maestro: «¿Qué es Buda?».
Y el Maestro le respondió: «La mente es Buda».
Volvió otro día a hacerle la misma pregunta y la respuesta fue: 'No hay mente. No hay Buda'».
Y el discípulo protestó: «Pero si el otro día me dijiste: 'La mente es Buda...'».
Replicó el Maestro: «Eso lo dije para que el niño dejase de llorar. Pero, cuando el niño ha dejado de llorar, digo:
No hay mente. No hay Buda ».
Tal vez el niño había dejado de llorar y ya estaba preparado para la verdad. De modo que lo mejor era dejarle solo.»
Pero cuando empezó a predicar su recién descubierto ateísmo a otras personas que no estaban preparadas para ello, hubo que frenarle:
«Hubo una época, la era pre-científica, en que los hombres adoraban al sol.
Vino después la era científica y los hombres se dieron cuenta de que el sol no era un dios; ni siquiera era una persona.
Por fin, vino la era mística y Francisco de Asís llamaría 'hermano' al sol y hablaría con él».
«Tu fe era la de un chiquillo aterrorizado. Y ahora que te has convertido en un hombre audaz, la has perdido.
Ojalá llegues algún día a ser un místico' y vuelvas a encontrar tu fe».
La fe no se pierde jamás por buscar sin miedo la verdad. Sólo las creencias que expresan la fe se ven nubladas durante algún tiempo; pero, llegado el momento, se purifican."
Anthony De Mello
***
"¿Deberían pues las Iglesias cristianas corregir su visión del mundo y del ser humano? Se observa, sobre todo en el catolicismo romano, una fuerte tendencia a rechazar la adaptación al espíritu de la época.
No se trata de adaptaciones al espíritu de la época sino de la disposición a tomarse en serio los conocimientos de las ciencias modernas que interpelan a la teología.
Tomárselos en serio hasta el punto de estar dispuestos incluso a pasar de los dogmas antiguos, insostenibles por más tiempo o, por lo menos, a reinterpretarlos.»
La ola es el mar-Willigis Jager

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