miércoles, 27 de abril de 2016

Guía diaria para acompañarnos en el camino



"Habí­a una vez un joven que buscaba a un maestro capaz de enseñarle el camino de la sabidurí­a. En su búsqueda, llegó a un ashram presidido por un gurú que, a pesar de gozar de gran fama de santidad, era un farsante.


Antes de aceptarte como discí­pulo, le dijo el gurú, debo probar tu obediencia. Por este ashram fluye un rí­o plagado de cocodrilos. Deseo que lo cruces a nado.


La fe del joven discí­pulo era tan grande que hizo exactamente lo que se le pedí­a: se dirigió al rí­o y se introdujo en él gritando: ¡Alabado sea el poder de mi gurú!. Y, ante el asombro de éste, el joven cruzó a nado hasta la otra orilla y regresó, sin sufrir el menor daño.


Aquello convenció al gurú de que era realmente santo, de modo que decidió hacer a todos sus discí­pulos una demostración de su poder.
Se metió en el rí­o gritando: ¡Alabado sea yo! ¡Alabado sea yo!.


Y, al instante, llegaron los cocodrilos y lo devoraron.»


Anónimo






***












"Cuando se lleva largo rato caminando, llega un momento en el que uno ya no sabe bien cuántas horas han pasado, ni cuántas quedan todavía para alcanzar el final, nota en los hombros el peso de lo estrictamente necesario, piensa que con eso basta y sobra —si es que de verdad hace falta más para mantenerse con vida—, y siente que podría seguir así durante días, durante siglos. 


Entonces, uno apenas sabe adónde va ni por qué, es algo que importa tan poco como mi pasado o la hora que es. Y uno se siente libre, porque, cuando intenta recordar los signos antiguos de nuestra permanencia en el infierno —nombre, edad, profesión, carrera—, todo, absolutamente todo, parece irrisorio, minúsculo, sin consistencia.»


Andar-Una filosofía-Fréderíc Gros


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