"Hace mucho tiempo, un ejército invadió el Tíbet. La gente huía ante su avance porque conocía la terrible fama de su crueldad. Especialmente, la del general en jefe.
Una mañana, el ejército entró en una pequeña aldea casi desierta. Sólo quedaba un joven monje, meditando en la plaza. Inmediatamente, le llevaron la noticia al general, que se acercó enfurecido.
«¿Sabes quién soy yo?» le gritó» Soy el que puede cortarte la cabeza sin pestañear.
El monje levantó la mirada y sonrió.
«¿Sabes quién soy yo, señor?» e hizo una pausa». Soy el que puede dejar que le cortes la cabeza sin pestañear.
Sorpresivamente, el general se inclinó ante el monje y luego lo dejó tranquilo.»
Cuento de origen desconocido
***
LENTITUD
«Recordaré esa frase mucho tiempo. Estábamos subiendo un camino escarpado en los Alpes italianos.
Por aquel entonces, Mateo me sacaba medio siglo por lo menos: tenía más de setenta y cinco años. Era delgado como un palillo, tenía grandes manos rugosas, un rostro demacrado y un porte siempre muy erguido. Doblaba los brazos al andar, como cuando se tiene frío, y vestía un pantalón de hilo beig.
Él me enseñó a andar, a pesar de que antes dije que a caminar no se aprende, que no hay técnica, que no es cuestión de conseguir algo o no, de hacer esto así o asá, de volver a intentarlo, de volver a empezar o de concentrarse.
Todo el mundo sabe andar. Poner un pie delante del otro es la medida adecuada, la distancia adecuada para ir a alguna parte, donde sea. Y basta con repetir el gesto. Un pie delante del otro.»
Andar-Una filosofía-Fréderíc Gros

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