martes, 12 de julio de 2016

Guía diaria para acompañarnos en el camino



"Era un sabio tan anciano que nadie de la localidad sabía su edad. Él mismo la había olvidado, entre otras razones porque había trascendido todo apego y ambición humana. Estaba un día sentado bajo un enorme árbol banyano, la mirada perdida en el horizonte, la mente quieta como un cielo sin nubes. 


De repente, vio cómo un hombre joven echaba una cuerda sobre la rama de un árbol y ataba uno de sus extremos a su cuello. El sabio se dio cuenta de las intenciones del joven, corrió hacia él y le pidió que desistiese de su propósito aunque sólo fuera un par de minutos para escucharlo. 


El joven accedió, y ambos se sentaron junto al árbol. El anciano se expresó así:
--Voy a hacerte un ruego, querido amigo. Imagina una sola tortuga en el inmenso océano y que sólo saca la cabeza a la superficie una vez cada millón de años. 


Imagina un aro flotando sobre las aguas del inmenso océano. Pues más difícil aún que el que la tortuga introduzca la cabeza en el aro del agua, es haber obtenido la forma humana. Ahora, amigo, procede como creas conveniente.


Todavía cuenta la gente del lugar que aquel joven llegó a anciano y se hizo sabio.


El Maestro dice: Toda forma humana es preciosa, porque a través de ella podemos alcanzar la realización definitiva. Habiendo podido tomar tantas formas, es una gran fortuna haber tomado la humana.»


Cuentos clásicos de la India







***












"Cuando se está al pie de una montaña, si se ha llegado hasta ella desde lejos, no solo el ojo percibe una imagen: el cuerpo, en su carne y sus músculos, se ha alimentado de ella durante mucho tiempo. 


La imagen no es más que una simple presentación. Salgo de un vehículo y estoy frente a un monumento, una iglesia o un templo: los veo, los observo, pero son imágenes. El conocimiento que adquiero de ellas es rápido, una fotografía precisa: imagen de una imagen. 


La presencia lleva su tiempo: hay que ver desde lejos, desde una última colina, surgir de pronto una basílica, y acercarse despacio a ella, ver cómo la luz del crepúsculo la transforma lentamente, hay que perderla y volverla a encontrar, adivinarla; pero caminando sabemos que está ahí y nos atrae.»


Andar-Una filosofía-Fréderíc Gros


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