"El gurú y el discípulo estaban departiendo sobre cuestiones místicas.
El maestro concluyó con la entrevista diciéndole:
--Todo lo que existe es Dios.
El discípulo no entendió la verdadera naturaleza de las palabras de su mentor. Salió de la casa y comenzó a caminar por una callejuela. De súbito, vio frente a él un elefante que venía en dirección contraria, ocupando toda la calle. El jovencito que conducía al animal, gritó avisando:
--¡Eh, oiga, apártese, déjenos pasar!
Pero el discípulo, inmutable, se dijo: “Yo soy Dios y el elefante es Dios, así que ¿cómo puede tener miedo Dios de sí mismo? Razonando de este modo evitó apartarse.
El elefante llegó hasta él, lo agarró con la trompa y lo lanzó al tejado de una casa, rompiéndole varios huesos. Semanas después, repuesto de sus heridas, el discípulo acudió al mentor y se lamentó de lo sucedido. El gurú replicó:
--De acuerdo, tú eres Dios y el elefante es Dios. Pero Dios, en la forma del muchacho que conducía el elefante, te avisó para que dejaras el paso libre. ¿Por qué no hiciste caso de la advertencia de Dios?
El Maestro dice: Afila el discernimiento. No tomes la soga por una serpiente, ni la serpiente por una soga.»
Cuentos clásicos de la India
***
"Todo paisaje absolutamente grandioso a un tiempo abate e insufla una energía victoriosa a quien lo ha conquistado caminando. Dos impulsos recorren el cuerpo a la vez: proferir un grito de victoria y desplomarse llorando.
Porque el caminante domina la montaña con la mirada, pero esa visión al mismo tiempo lo aplasta. La vibración increíble que lo sacude proviene de ese doble impulso contradictorio.
Pero también, para el peregrino de Kailash, la despersonalización llevada a cabo durante meses ha dado paso a un vacío que se colma bruscamente: ¡está ahí, ahí de verdad, aquí, justo delante de mí!
Y ese sentimiento se exacerba con la presencia de miles de pequeños montículos en torno (tres, cuatro, cinco piedras que forman una pequeña pirámide), testimonios de miles de peregrinos que, como él, han conocido la extenuación y el éxtasis.»
Porque el caminante domina la montaña con la mirada, pero esa visión al mismo tiempo lo aplasta. La vibración increíble que lo sacude proviene de ese doble impulso contradictorio.
Pero también, para el peregrino de Kailash, la despersonalización llevada a cabo durante meses ha dado paso a un vacío que se colma bruscamente: ¡está ahí, ahí de verdad, aquí, justo delante de mí!
Y ese sentimiento se exacerba con la presencia de miles de pequeños montículos en torno (tres, cuatro, cinco piedras que forman una pequeña pirámide), testimonios de miles de peregrinos que, como él, han conocido la extenuación y el éxtasis.»
Andar-Una filosofía-Fréderíc Gros

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