«El Maestro había citado a Aristóteles: En la búsqueda de la verdad, parece mejor, y hasta necesario, renunciar a lo que nos es más querido. El Maestro sustituyó la palabra "verdad" por la palabra "Dios".
Más tarde le dijo un discípulo: En mí búsqueda de Dios estoy dispuesto a renunciar a todo: A la riqueza, a los amigos, a la familia, a mi país y hasta a mi propia vida.
¿Puede una persona renunciar a algo más?
El Maestro respondió con toda calma: Sí. A sus creencias sobre Dios.
El discípulo se marchó entristecido, porque estaba muy apegado a sus convicciones.
Tenía más miedo a la "ignorancia" que a la muerte.»
Anthony De Mello
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"El que ha experimentado el anhelo permanente de Dios y la sed insaciable de su presencia y de su amor no encontrará muchos consuelos en lo humano y se sentirá como un «peregrino en tierra extranjera» (Ex 2,22); pero descubrirá cómo todo lo cotidiano está inmerso en lo sagrado.
Dejará de ver lo sagrado y lo profano como ámbitos diferentes y separados, mirando todo con unos ojos nuevos que le muestran todo empapado de la presencia amorosa de Dios-amor.
Dejará de ver lo sagrado y lo profano como ámbitos diferentes y separados, mirando todo con unos ojos nuevos que le muestran todo empapado de la presencia amorosa de Dios-amor.
Descubrimos aquí un don y una llamada peculiares; que no se orientan fundamentalmente a un quehacer determinado, sino que van más allá, creando un «ser» que fundamenta cualquier misión o vocación en la Iglesia y sin el cual ésta no podría actualizar adecuadamente la proyección salvífica y eterna que da sentido y eficacia a su misión.
Un ser que contiene todos los ecos de todas las vocaciones y misiones que Cristo confía a su Iglesia, y que tiene su más acertada expresión en el feliz descubrimiento de santa Teresa del Niño Jesús, que afirmaba: «En el corazón de la Iglesia, mi madre, yo seré el amor».
Fundamentos-Contemplativos en el mundo
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